sábado, 7 de marzo de 2009

César Vallejo: El arte y la Revolución - ¿César Vallejo ha muerto?

César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892), un ser humano memorable, un orgullo para los peruanos, y especialmente para los peruanos revolucionarios. Un poeta que a lo largo de su vida fue víctima de mucísimas miserias. A través de su obra reprodujo fielmente los problemas que aquejaban a la sociedad de su época (que no difiere mucho de la actual), no sólo hablaba del amor, o de los bellos paisajes que lo inspiraban. Su verdadera inspiración se basó en sus propias experiencias, entonces sus temas giraban en torno a la pobreza, la miseria, las muertes, el hambre. Vallejo hablaba de un hambre absolutamente humana, absolutamente física, aquella que siente el que pasa las miserias y la soledad mas ancha. El actor se encuentra en un posición desventajosa, está pidiendo limosna, es casi un indigente que se acerca con la mano extendia, cansado, sucio, sin nada. "Esto es horrendo", nos dice en un lenguaje llano, simple, crudo, auténtico.


Su carrera como literato inicia el año 1918, con la publicación de Los heraldos negros. Luego, su participación en una revuelta popular lo llevó durante tres meses a la cárcel, experiencia que lo marcaría de por vida. Es en prisión donde escribe su segundo libro, Trilce (1922). La obra mas importante y mas famosa de su repertorio.

Estando en París, entablecería contacto con Mariátegui, quien lo tendrá pendiente del marxismo peruano. Entonces, selló su compromiso con el socialismo, con la causa de Mariátegui, y la del Partido Socialista. Esta intensa actividad política le valió su expulsión de Francia, y lo llevó a afincarse en Madrid, donde estableció contacto con el Partido Socialista de España, al cual también se afilió. Publicó la segunda edición de Trilce y realizó viajes a Moscú y participó en política dentro de la línea del comunismo soviético.

Estando en Madrid, Vallejo publicó El Tungsteno (1931), una novela de corte social, y Reflexiones al pie del Kremlin. Posteriormente regresa clandestinamente al París que lo expulsó en 1932. Con la Guerra Civil Española, sus obras cobran gran protagonismo y Vallejo es convocado para el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Valencia, España, donde también participó el chileno Pablo Neruda. Otra vez en París, en medio de la mayor penuria, fallece en abril de 1938. De manera póstuma, se publicarán sus obras Poemas Humanos (1939) y España, aparta de mí este Cáliz (1940).

Como se puede apreciar la vida y obra de César Vallejo tiene un gran trasfondo político. Su poesía extremadamente hermética, nostálgica; apela al lado humano de sus lectores, a la solidaridad, a la lucha en conjunto, en parte, esto cobra explicación en las experiencias que tuvo a lo largo de su vida. Por ejemplo, en prisión aprendió el significado de la represión, la dominación, el sojuzgamiento y la injusticia lo que lo volvió mas perceptivo, mas solidario con el dolor ajeno, mas sensible a la injusticia y mas proclive a la revolución.

Pero no solo injusticia es lo que Vallejo expresa a través de sus obras, sino una profunda frustración que incluso llega al extremo de acudir a las drogas: "absorbo heroína para la pena" (Trilce LVII). Sin duda hace falta una gran fortaleza para mirar la adversidad de frente, por ejemplo para al hablar de la muerte no caer en el desánimo y la melancolía, sino, al contrario sacar de aquello la energía para aprovechar el instante y disfrutar -y amar- cada momento de la vida. Así nunca harán falta esperanzas ultraterrenales, cuando el alma está colmada de esperanzas revolucionarias terrenales. “Tengo fe en ser fuerte/ (…) Tengo fe en que soy, / y en que he sido menos” (Trilce XVI).

El siguiente fragmento es de Trilce, y podemos apreciar claramente lo afirmado en el párrafo anterior.

“Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos, muertos. Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que, péndula del zenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues, que la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuisteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades. Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos” (Trilce LXXV).

Así, quienes renuncaiaron a la revolución, quienes perdieron toda esperanza de cambio radical, quienes de jóvenes pasaron a ser viejos y se conformaron a lo establecido, al dantesco infierno del capitalismo triunfante, quienes militaron en la extrema izquierda y teminaron hundidos en el neoliberalismo, o incluso quienes terminaron por suavizarse y volverse toletarnes, y tomar sobre sus hombros la tarea de conservar el mundo recibido (¿recibido de quien?); ¡Todos ellos!, ¡todos!, ¡Están muertos! y además lo estuvieron siempre, porque mediante una suerte de retroactividad lo que de antaño tuvo apariencia de vida, se tiñe de muerte cuando uno renuncia a sus ideales. cuando cae en el conformismo.

Están muertos pero no son muertos, porque para ser un muerto y para poder reclamar siquiera el papel de cadáver, efectivamente, haría falta haber vivido antes.

La pregunta final sería, ¿César Vallejo ha muerto?

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